lunes, 11 de noviembre de 2013

LA HISTORIA QUE ESPAÑA OLVIDÓ







Hace ya un par de meses coincidí en Londres con unos amigos oriundos de Galicia. En una ocasión, charlando, tras contemplar lo magnánimo de la capital británica, tan universal y cosmopolita, surgió el tema de las guerra entre España e Inglaterra. Incluso siglos después, aun nos acordamos con amargor del desastre de la Invencible, de la derrota en Trafalgar, de la perdida del peñón, etc. Los gallegos, y seguro que la gran mayoría de los españoles también, afirmaban que Inglaterra siempre nos supuso una cruz. Sin embargo, yo sabía de una historia de gran trascendencia para la historia de España y del mundo que los antiguos y rencorosos enemigos de nuestro país quisieron hacer desaparecer. Una historia que pocos españoles conocen y de la que podrían, como yo, sentirse orgullosos. Ni falta hace decir que en España somos duchos en el arte de avergonzarnos de nosotros mismo y perder nuestro orgullo. Por todo esto y también por honrar la memoria de mi abuelo, de mano de quién conocí esta historia, me dispongo a dar testimonio de ella.

Pongámonos en contexto. Siglo XVIII. España recibe la época de la Ilustración con una nueva dinastía sentada en su trono. Pese a que esta renovada casa real iba a traer de su tierra ideas de progreso y prosperidad, la llegada al trono de Felipe de Anjou trajo también consecuencias nefastas, extirpados nuestros dominios en Italia y arrebatada nuestra supremacía naval hacia las indias a lo que se unió la cesión de Gibraltar a Gran Bretaña, que se convirtió en dueña de los océanos, el país estaba atrasado y arruinado. Aunque las derrotas no duraron. Con los herederos de Felipe V se reconstruiría y modernizaría tanto la armada como el ejército, se recuperaron muchas de las plazas perdidas y volvimos a combatir a los británicos en ultramar. Y así llegamos al comienzo de nuestra historia, en las Indias Occidentales y con España y Gran Bretaña enfrentadas una vez más.

Costa de Florida. 1738.

Todo empezó con una oreja.

Desde hacia ya mucho tiempo actuaba por aquellas aguas un corsario ingles llamado Robert Jenkins. Pero aquel año se descuidó más de lo debido y fue interceptado por un guardacostas español gobernado por Juan de León Fandiño. Este torturó al pirata para que le rebelara la ubicación donde escondía el botín de todos sus años de saqueos. Ante la negativa de Jenkins a confesar, Fandiño le cortó una oreja y entregándosela lo envió de vuelta a Inglaterra con un mensaje: "Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Al regresar a Londres en 1739 es llevado a comparecer ante la Cámara de los Comunes por la oposición que pretendía destituir al entonces primer ministro Walpole. Con su oreja en la mano explicó a los diputados lo ocurrido. Jorge II de Inglaterra montó en cólera al saber de los sucesos de Florida y considerando los actos de Fandiño un pretexto de declaración de guerra, ordenó construir la flota más grande jamás reunida hasta el momento.

Me gustaría hacer hincapié en varias cosas. En primer lugar, la osadía de Fandiño fue la excusa que Jorge II llevaba buscando tanto tiempo, pues anhelaba controlar los mares y poner fin a los tiempos en que España fue un imperio. Era ese el verdadero motivo de la guerra, causas imperialistas y económicas más que una afrenta política. Por otro lado sobre la armada que pretendía construir Inglaterra, nuestra tan famosa Armada Invencible contaba unos 120 navíos, el nombre era algo más anecdótico que una referencia al número de naves, y esta armada británica que se conocería como la Invencible Inglesa superaba sus registros con creces.





Como iba diciendo, el rey de Inglaterra mandó talar la mitad de los bosques de Gran Bretaña para construir un total de 186 navíos, armados con 3.000 piezas de artillería que transportarían un ejército de 23.000 hombres y 3.000 monturas. En toda la historia solo se ha reunido una escuadra mayor, la misma que desembarcó en las playas de Normandía en 1944. Por si fuera poco semejante mastodonte flotante, el monarca inglés puso al mando de su invencible a su mejor hombre: Edward Vernon quién nunca antes había perdido ninguna batalla. Vernon recibió de su rey la orden de conquistar toda Sudamérica y derrotar a España. Para 1740 la flota estaba lista y ese mismo año llegó al Caribe. En un primer momento arrasaron la ciudad de Portobello en la costa panameña, donde consiguieron el modesto botín de 10.000 pesos destinados a pagar a la guarnición española. Este pequeño triunfo es celebrado por los británicos como una victoria épica, y en Londres ya se festeja el triunfo total sobre España.

Lo cierto es que entre Vernon y la victoria completa solo se interponía una plaza, el centro neurálgico de las provincias españolas de las Indias Occidentales: Cartagena de Indias. Desde toda América del Sur llegaban a Cartagena todas las riquezas del continente, la plata de Potosí y Argentina, el oro de Venezuela, el platino de Perú, el café de Colombia...que embarcaban hasta Santiago de Cuba y de ahí hasta Cádiz. También por esa ruta comercial entraban a las provincias del sur todo tipo de abastecimiento llegado desde la metrópoli o desde otras provincias.


Por tanto, sabía Vernon que si cortaba esa red de abastecimiento podría apoderarse de un continente entero con gran facilidad. Las defensas de Cartagena contaban con solo 3.000 regulares españoles y 600 arqueros indígenas, y únicamente 6 navíos protegían sus aguas. Para los británicos la victoria ya estaba al alcance de su mano y en su patria se empezaron a acuñar monedas conmemorativas. Pero había algo con lo que Vernon no contaba. La plaza estaba bajo las órdenes de uno de los militares más brillantes y uno de los más grandes héroes que este país vio nacer: Blas de Lezo y Olavarrieta.

Natural de Pasajes, Guipúzcoa, nacido el 3 de febrero de 1689. Se enroló en la marina siendo aun un niño, y en 1704 durante la Guerra de Sucesión entró en combate contra británicos y holandeses frente a las costas de Málaga. En plena lucha una bala de cañón le hizo perder una pierna, más él se improvisó un torniquete y volvió a su puesto. Este echo no pasó desapercibido para sus superiores y con tan solo 15 años lo nombraron alférez. Un año después, en el bloqueo al puerto de Génova, consigue rendir el navío de línea inglés Resolution enviando a los prisioneros a su pueblo natal. Durante el sitio a Barcelona incendió uno de sus propios barcos para que la humareda ocultase su flotilla, los británicos se vieron sorprendidos ante tal muestra de ingenio. No mucho después, en la defensa de Tolón un fragmento de metralla le hace perder un ojo. Para 1710 con una inferior fragata consigue capturar el navío de línea Stanhope por lo que es ascendido a capitán de navío. En 1714 y ya casi finalizando la Guerra de Sucesión perdió un brazo al alcanzarle a quemarropa una bala de mosquete, pese a ello levantó el segundo cerco a Barcelona, apresó 11 barcos británicos y rindió Mallorca sin luchar. A sus 27 años Blas de Lezo ya era cojo, manco y tuerto, lo que le hizo ganarse el despectivo de mediohombre y la tentativa del almirantazgo español a licenciarlo. Su oposición inmediata fue bastante para que sus superiores desistieran del intento y en 1725 consiguió que las provincias italianas devolvieran a la Corona un impago de deuda de decenas de miles de reales con la amenaza de entrar en Génova y Nápoles por la fuerza. Y podría seguir así todo el día, hablando de sus hazañas, si teneis tiempo leed sobre este personaje porque merece la pena realmente. Ni falta hace decir que Blas de Lezo en Cartagena optó por la resistencia a ultranza, totalmente convencido de la victoria.


El astuto vasco hizo desembarcar de sus 6 navíos todos los cañones para acto seguido hundirlos en la boca del puerto de Cartagena e impedir que las naves británicas entrasen en este. Colocó las piezas de artillería en puntos estratégicos para defender sus posiciones y entrenó a sus artilleros concienzudamente. Vernon llegó a la ciudad en 1741, y tras posicionar su flota comenzó un bombardeo que duró 65 días y 65 noches, el fuerte de San Luís quedó destrozado y los emplazamientos de artillería fueron conquistados. Además hacia unos meses que la población cartaginesa sufría el azote de una epidemia de fiebre amarilla.

Pero la ciudad resistió. Y la moral de los defensores comenzó a subir.

Las enfermedades comenzaron a calar entre los ingleses que empezaron a caer como moscas y Blas de Lezo continuó urdiendo sus tretas. Envió a dos de sus hombres haciéndoles pasar por traidores y dieronles a los británicos la noticia falsa de que había un sector de  la muralla del fuerte de San Felipe de Baraja mal defendido. Esa noche los casacas rojas atacaron ese sector para encontrar que los españoles les estaban esperando. Desquiciado, Vernon ordenó a 5.000 efectivos cargar contra la puerta del fuerte a la mañana siguiente. A la puerta se accedía subiendo una rampa de piedra, y Blas de Lezo puso a defenderla a 300 hombres armados únicamente con armas blancas. Esos 300, como los famosos 300 espartanos de Leónidas, mataron a cuchilladas a la friolera de 2.500 ingleses en aquella estrecha rampa, el resto huyó en desbandada.

La frustración de Vernon se tornó en locura. Ordenó la ofensiva total contra el fuerte, para lo que se construyeron decenas de escalas de madera. Previendo esto, Blas de Lezo cavó zanjas al pie de sus murallas. Cuando los británicos llegaron comprobaron que las escalas no servían...eran demasiado cortas. 10.000 hombres cargaron contra las murallas, se contaron por millares los que no regresaron.

Vernon había sido humillado, y le atormentaba la idea de regresar a Londres donde todos pensaban que había logrado tomar Cartagena. Completamente psicótico se pasó 30 días más bombardeando la ciudad para ver si por lo menos mataba a Blas de Lezo, no consiguió ni eso. Regresó a Londres con el rabo entre las piernas, e incluso tuvo que hundir algunos de sus barcos al no disponer de hombres suficientes para tripularlos todos. Entonces Blas de Lezo pronunció sus más famosas palabras: "Para venir a Cartagena es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir". Cuando Jorge II supo de su total derrota, prohibió, bajo pena de muerte hablar, mencionar, escribir o hacer referencia sobre la Guerra de la oreja de Jenkins, la batalla de Cartagena o Blas de Lezo.

Parece que el rey Jorge consiguió que Inglaterra olvidara semejante varapalo, pero lo que fue más importante,consiguió que España también lo hiciera. Como ya he dicho, en este país hemos perdido el orgullo, y hemos olvidado las más importantes páginas de nuestra historia. Ahora que ya conocéis la historia pensad por un momento lo que hubiera sucedido de no haber salido victorioso Blas de Lezo. No podemos saber todo lo que hubiera pasado con exactitud pero podemos estar seguros de que en toda América latina ahora mismo se hablaría inglés y España habría quedado relevada a una potencia de segundo orden un siglo y medio antes de cuando realmente pasó en 1898. El mundo y nuestro país probablemente serían muy distintos a tal y como los conocemos hoy.

En mi humilde opinión es de vergüenza que semejante heroe nacional como Blas de Lezo, que muriera por heridas de guerra, olvidado y abandonado en Cartagena en 1741, no haya recibido adecuado homenaje por sus hazañas, porque no se de ninguna plaza, de ninguna estatua ni de ningún monumento que le recuerde a él, o los barcos hundidos en la boca del puerto o a los trescientos valientes de la rampa (en España claro, en Cartagena hay una estatua suya). En definitiva, el único error que cometió Blas de Lezo fue nacer español.

  

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